QUIENES SOMOS

FAMILIA KATASHI

La historia de Katashi no empieza en una tienda.

Empieza en una casa pequeña, con olor a miso recién hecho y una niña que escuchaba más de lo que hablaba.

Esa niña era Lucía Nakatahara Yamashiro.

Mientras otros jugaban fuera, ella pasaba horas mirando cómo su abuela doblaba algas como si fueran seda, cómo su madre medía el arroz con la precisión de quien respira tradición y la ordena con las manos.

Lucía no sabía que aquello era una herencia; solo sabía que cada gesto tenía sentido.

Creció entre palabras japonesas que no siempre entendía, pero que sentía propias.

Entre historias de un viaje largo, de una familia que había cruzado océanos con poco equipaje y mucha disciplina.

Entre recetas que no estaban escritas en ningún lugar… excepto en la memoria de quienes las trajeron.

Cuando llegó el momento de continuar ese legado, nadie tuvo que empujarla.

Lucía siempre estuvo ahí. Atenta. Observando. Aprendiendo sin pedir permiso.

Con los años, entendió algo que sus ancestros ya sabían:

las cosas simples no son fáciles, y lo auténtico no se negocia.

Fue ella quien decidió que Katashi no sería una versión ligera de Japón.

No sería “inspirado en” ni “parecido a”.

Sería lo que aprendió desde niña: cultura cuidada, respeto por el origen y amor por los detalles que la mayoría pasa por alto.

Lucía llevó las recetas de la familia a otro tiempo sin cambiarlas de alma.

Les dio orden, estructura y propósito.

No por rebeldía, sino porque sabía hacerlo. Porque había visto cómo se construyen las cosas que duran.

Hoy, Katashi existe gracias a esa forma suya de entender el mundo:

firme, delicada, silenciosa y profundamente japonesa.

Lo nuestro nace de ella.

De su memoria.

De su manera de mirar las cosas simples como si fueran tesoros.

Katashi es la historia de una familia.

Pero la voz que lo hizo posible tiene nombre:

Lucía Nakatahara Yamashiro.

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